lunes, 14 de abril de 2014

Camino al día 25 - Una ventana a alguna parte


Illo, qué chungo ¿no?

La entrada del señor Pely fue tan genuina que no pude sino guardar varios días de silencio en respuesta. Obviamente es una mentira como un piano, pero ya que hay una excusa, agarrémonos a ella como si fuera el último bote salvavidas.

El tesoro de los piratas del capitán Rodríguez, afamado bucanero y terror de los siete mares, ha sido encontrado. Entre sus alhajas hallábanse suculentos manjares y delicias tales como aceite de oliva, atún, maíz, salchichón, frutos secos e incluso toda una suerte de delicatessen químicos que se conocen como fresitas. El mapa con el que contábamos nos había guiado tras la gran X, llevando nuestro equipo hacia el Correos alemán, donde la búsqueda había acabado sin pena ni gloria. Afortunadamente, se ve que los funcionarios dedicados trabajan los sábados a las tres de la tarde, y aquel marinero trajo consigo un baúl de cartón de la felicidad, con intrincados garabatos en su reverso, una especie de mensaje de algún moribundo que había grabado antes de que esa caja fuese perdida.

Con la despensa rebosante, nuestros ojitos tienen un brillo diferente al del resto de los días. Nos atrevemos a recorrer las largas líneas del ferrocarril que cruzan la urbe de un lado a otro, en una suerte de viaje de un par de horas para conocer las antípodas de Laatzen, aunque Langenhagen no parece nada del otro mundo. De todas formas este trayecto sirvió para conocer a dos nuevos políticos que aún no había logrado añadir a mi álbum. Está muy bien saber quiénes pueden representarnos y saber qué ha sido de muchos de ellos, famosos, a los que se daban por perdidos. Pronto les hablaré de ellos.

Por otro lado, fui gloriosamente honrado con la presencia de compañeros de fatigas en esta espiral de destrucción que se conoce como prácticas en Alemania. Por un lado la señorita Sara, gaditana de oficio, porque ya venir de aquella tierra es como llevar la profesión por dentro, que logró transmitirme esa palabra tan usada hoy día como es el buenrollismo. Por otro, un caballero que respondía al nombre de Adri, que junto al que ya llevábamos de casa, sumaban dos Adris en nuestra odisea. Si ahora uso Adri no sabemos de quién estoy hablando. Qué cosas.

Y jamás olvidaré algo muy importante. Si yo hoy continúo aquí despierto, es porque una vecina alemana nos ha despertado esta mañana para devolvernos un trapo que se había caído en su terraza. Moraleja: no olvides poner los palillos de la ropa.

Volveremos a vernos. Aún me queda hilo que soltar antes de que la madeja de la locura me envuelva por completo. Aunque ya vengo algo trastocado de casa.

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