El sábado resplandece mientras escribo esto con los pies sobre la mesa.
Algo más de una semana de supervivencia sin habernos muerto. Las casas de apuestas han quebrado, pero aquí seguimos dando guerra. La lengua germana, de sonido tan bello, ya nos ha calado tan hondo que hasta los dos pargueras que no acudimos al lavado de cerebro del Gran Hermano que sufren el resto de nuestra tropa en Hannover nos defendemos con cuatro palabras mal contadas que nos salvan de más de un aprieto. También tengo que añadir algunas apreciaciones antes de que se me pasen. Las haré mediante eufemismos, aunque eso no evitará que alguno me tilde de cabrón.
A diferencia de en España donde las cajeras de supermercado son jóvenes con futuro prometedor pero dedicadas a sus amistades y su look personal, aquí en Alemania esos puestos lo copan señoras de muchos inviernos y muchos almuerzos.
Por otro lado, las mocitas sajonas aturden nuestros sentidos de machos ibéricos. Cierto es que son de buen porte, altas y de rostro angelical, pero hay algunos factores que te dejan patidifuso. En primer lugar es difícil descifrar la edad de la joven. El aire frío de las llanuras debe acelerar el proceso de maduración o algo parecido, además de que son más altas de lo normal. Los radares convencionales deben ser reajustados si no quieres llevarte un chasco. Encima te encuentras a una dupla de niñitas que no deberán sobrepasar los 8 años (salvo error de radar) yendo solas por el metro portando sus instrumentos musicales y no precisamente del tamaño de armónicas. Luego te hace más gracia ver el tranvía para niños, además que te llenan el vacío silencioso matinal con su jaleo típico. Se ve que al llegar a una edad se vuelven todos unos modositos, hasta que cae el sol en fin de semana...
Tenemos pobres y maldiciones gitanas (o polacas, búlgaras, rumanas o de donde sea) también por aquí, además de gente homeless, que vienen a ser los pobres sin-techo pero dicho de manera moderna, ya se sabe cómo va esto. Para sacarte el carné de transporte público haces una cola como las que se forma con el DNI en la comisaría con la gente inmigrante (cuando nuestro gobierno nos dice que somos estudiantes aventureros de movilidad). Incluso estamos acabando con los prejuicios que nosotros mismos nos ponemos. Somos trabajadores ejemplares españoles, de eso debo dar fe.
Sea como fuere, se nota la necesidad de un Banco de Tiempo. Aún restan 11 semanas y ya llego tarde.
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