El tiempo en Hannover es caprichoso
Creo que en nuestra empresa matan a niños. O roban órganos. O extorsionan a ancianitas. Algo raro debe tener, porque no es normal el cariño que nos tienen y lo mucho que nos cuidan. Al principio fueron los dos macs, pero es que ahora te invitan a comer un plato con una hamburguesa como un camión, unas patatas deluxe que quitan el sentido y todo ello con una ensalada de guarnición que ya solo las hojas de lechuga que tienen dejan en un malísimo lugar a las que venden en las tiendas.
Hoy no nos han hecho mucho caso por allí, tampoco les puedo culpar, cuando queremos somos muy pesados, aunque estamos comportándonos requetebien, incluso el sr Martín se viste para la ocasión de una manera más allá de lo formal, y eso que allí todo dios va con sudadero de andar por casa y, a lo sumo, un polo ligeramente elegante. Se levantan cuando quieren, comen y beben a gusto, ponen hilos musicales que animan tu esqueleto a seguir el ritmo y se pasan gifs por el IRC interno con cosas como "Mantén la calma y bésame el culo". Quién soy yo, pobre español, para andar quejándome sobre tales menudencias.
La vuelta a casa junto a nuestros ya por siempre amigos conocidos como macs, en sus nuevas bolsas de viaje, nos condujo hasta un punto que jamás olvidaremos, pues durante un instante, temimos que Mari acabase sus días esparruchada bajo el peso de la hojalata del tren del metro. Ella dijo que exagerábamos, pero la verdad es que la preocupación hizo mella terrible en mí. Incluso que se le cayesen las botellas de agua a medio metro después de cogerlas no pudo arrancarme ni una sonrisa (NdA: miento como un bellaco, me reí como nunca).
Nuestro casero sigue desaparecido, probablemente usando el dinero que ha recibido gracias a nosotros en casinos, yates o señoras de compañía. Le echamos de menos.
Hoy me convencieron para quitarle las telarañas a mi cuenta de Facebook. Tengo miedo.
Los preparativos ya se han hecho para el fin de semana. Puede o no ser antológico, pero al menos lo disfrutaré en buena compañía.
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